
Escribo mientras suena Johann Strauss, con su música armónica de mundos ideales que hizo danzar a la alta sociedad de toda Europa, como si el mundo fuera eso y sólo eso, belleza armónica, e ignorando lo demás, después vino lo que vino, la Primera Guerra Mundial. Pero mientras es y no es, ciertamente escuchar, “Voces de primavera”, “Vida de artista” y “Tritsch-Tratschpolca”, es vivir en el mundo de la placidez bella y la alegría.
Todo esto viene a cuento de tratar de huir de la realidad, al sentir que me tengo que poner antes ustedes con el artículo otra vez, y yo como ustedes vamos hartos de los continuos ruidos electorales que la mayoría de las veces más que aclaratorio son sordinas chillonas. Pero hay que estar, porque si no vendrán otra vez los nacionales, y ya vieron estos días en la magnífica película de Amenábar lo que hicieron sufrir a Unamuno, que era la representación en vivo de la España cuerda, y que había apostado por ellos, cuando los vio sin careta. Ahora tienen varias versiones, la más pura habla de tirar a todos los moros y negros al mar con lo cual solucionaríamos nuestras incapacidades, eso sí, todo desde la democracia, porque no son fascistas.
De las medidas de achicamiento de los servicios básicos como sanidad y educación que nos están llegando con la naturalidad con que se le da un caramelo a un niño, mientras el fútbol, ya también femenino se ensancha, no siendo que ellas no estén aún narcotizadas y les dé por apuntar que a lo mejor con una fiscalidad más justa ayudaba a los problemas.
Y así todo, mientras me suena Strauss y sus continuos compases tan bellos como armónicos, pues cada uno se adormece con lo que puede, pero el vals se acaba y nos estrellamos con la realidad tan inhóspita como bronca, entonces recordar; ellos irán todos a las urnas, y si los dejamos solos vendrán en nombre de la democracia y les garantizo que harán con ésta una caricatura no precisamente bromista.
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