
Sólo son 50 kilómetros de mi vivir diario en Ciudad Rodrigo y en el descanso intermitente que busco, tengo y encuentro en este pueblo serrano, y entre ellos hay, todo un mundo de distancia en lo que se refiere a la orografía. Uno, una depresión, con un soto donde se instaló la ciudad, otro un lugar en la ladera de la montaña; en Ciudad Rodrigo un río envidia de muchos lugares, otro, Sequeros, su carencia se suple con sus frescos aires. En Ciudad Rodrigo el calor aprieta sin piedad, en Sequeros se descansa de este algo más, y todavía hace presencia la brisa serrana. Ciudad Rodrigo aún es foco de su comarca, Sequeros hace tiempo que fue desplazado como tal por La Alberca.
En ambos se ve y se sueña el pasado, a través de sus construcciones, en Ciudad Rodrigo desde sus iglesias y palacios, en Sequeros desde sus casas, huertos y bancales. A las dos la soledad les acecha desde sus cercanías, Ciudad Rodrigo con sus fincas vaciadas por las técnicas, cercados y maquinarias lo dejan sin personas en el campo, Sequeros con sus bancales inválidos para la economía que no los acoge pues sus laderas son imposibles para cualquier maquinaria.
En ellos los días de calor son buenos para en los dos tener sueños de una noche de verano y los dos con su río o con sus bosques hacen posible la vida en medio del insufrible calor.
En los dos mis hijos y nietos han vivido, jugado, comido, crecido, soñado, descansado y refugiado. Y yo ya por tanto, a ellos dos pertenezco, a ellos quiero como míos, en ellos deslizo mis días, y con ellos mi ya no corta vida, y lo que me resta de esta ya no me quiero alejar de estos, como el niño no lo desea del abrazo materno.
En estos tiempos, en que no sabemos en qué va a desembocar todo, ni qué destino pueden tener tanto los lugares como las personas, yo los sueño y recuerdo sus rincones que están en mí y me brotan acompasados de vivencias, que sólo si estas perduran en ellos a través de sucesores míos que las conozcan tendré un sosiego vital devenido por un sentido de continuidad que da algo de trascendencia al vacío en que navegamos en estos tiempos oscuros.
Uno Ciudad Rodrigo sueña con salvarse de la quema de la España vacía, el otro su sueño de verano le sirve para no haber fallecido aún en esta. Los dos tan cerca y tan lejos en sus maneras, cerca en que ambos tienen a sus espaldas la historia de la capitalidad de la zona, en Ciudad Rodrigo hijos con apellidos históricos, que en Sequeros ocupaban su lugar los funcionarios de alto rango que en él vivieron y hoy todos desaparecidos, y lejos porque el destino de Ciudad Rodrigo es aún un resistir y el de Sequeros ya sólo soñar con revivir. Ahora que ni tan siquiera sabemos si los españoles podemos o sabremos vivir juntos a quién le importa la incertidumbre de estas ciudades, mientras ellas viven en mí, yo estoy en y con ellas, pues su incertidumbre es mía, su destino según lo tengan mi dolor o satisfacción. Ciudad Rodrigo – Sequeros.
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