
No es de ahora, el que los humanos estemos enfrentados y desconfiados unos de otros, con razones o inventadas por y con motivos y sin estos, y así seguimos sin salir de esa caverna que nos limita hacer posible una humanidad unida. Las disculpas principales: patrias, religiones, ideologías no han cesado, ni tampoco las que provocan las clases sociales, estas más bien aumentan, con lo cual y por lo cual ya el panorama es sin necesitar de más como siempre ha sido, preocupante.
Es verdad que algo hasta ahora se avanzaba, pero sin tener seguridad de que en cualquier momento resbalemos de la pared que tratamos de salvar, y que nunca lo conseguimos, pudiendo caer en cualquier momento más bajo y lejos de la salida de la caverna, y en estas estamos, cuando en este 2020, año de gracia donde la haya, coge, agarra, llega y nos trae el coronavirus, ese bichito ya conocido de todos y a la vez desconocido del todo por todos, que campa a sus anchas y que aumenta una y otra vez, hasta tenernos encerrados o asustados rompiendo nuestras formas de vivir, y haciendo a no pocos morir, y a los que deja vivir asustaditos y preocupados por sí y por los suyos, a la vez que desconfiados por su proximidad, con los desajustes sociales y emocionales que esto puede crear.
Los mayores, más o menos hemos vivido una vida normal: jugado, corrido, alternado, compartido y tenido unas relaciones sexuales presenciales, pero los que ahora son niños están creciendo en medio de una anomalía. Ya estaban algo enclaustrados en sus pisos por las circunstancias vitales, siendo sólo un niño en la mayoría de las casas, jugando con las consolas, pero ahora el bicho ha acentuado todo esto, y lo que es aún peor, le añado algo que por fuerza creará desconfianza extrema en ellos, pues ahora el enemigo no es sólo una patria, una religión o una ideología, más o menos lejanas, reales o inventadas, sino que es un fantasma invisible que habita y nos llega a través de los cercanos, y por tanto de los que nos aislamos desconfiados, es decir, rompe toda la sociabilidad normal, incluso entre la familia, pensar si el abrazar al abuelo o besar al hermano o querer a la mamá o que ir al parque con los amigos puedes enfermar, es demasiado para un niño, o para esos adolescentes que conocen y hace sexo por las videopantallas, pero que ignoran y quizá teman cualquier relación social real. Con este panorama creo que a nadie se nos escapa que estos no es bueno para ellos, ni por extensión para nadie.
Circula estos días por la red un informe que nos dice que la generación futura que se ha criado entre plasmas tendrá por primera vez, no sólo como ya sabíamos un nivel de vida inferior, sino que además, su coeficiente intelectual también será menor que la generación de sus padres. Así lo expresa en su informe Michel Desmurget, director del Instituto de Investigación de Francia, en el que nos cuenta en su libro titulado “La fábrica de cretinos digitales” con datos duros y en forma contundente cómo los dispositivos digitales están afectando gravemente, y para mal, el desarrollo neuronal de niños y jóvenes. Además, pienso yo, que tendrán unas habilidades sociales muchos más torpes en las que puede que interioricen para siempre la desconfianza del próximo, cuestión esta nada, pero que nada, baladí, y que nos deja a los mayores atrapados entre el temor a abrazarlos y la preocupación por no hacerlo.
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https://www.bbc.com/mundo/noticias-54554333
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