
Triste es comprobar que las malas noticias llegan sin saber cómo, pero es más triste aún, saber que a partir de cierta edad, rara es la noticia que pueda ser buena. Me refiero a la muerte de mi amigo Javier Alonso, otro golpe que recarga aún más si cabe, la melancolÃa de estos últimos años en que me doy cuenta, pues soy muy mayor, de que todos los que vivimos, es sencillamente porque no nos hemos muerto, y como no tengo fuerza para vivir por mÃ, mi vida se va desmoronando en la medida que otros mueren, sobre todo cuando los que han pasado a la otra orilla, formaban parte de mis afectos.
Javier y yo trabajamos mucho juntos en torno a la juventud, que era nuestra principal ocupación. Junto con otros compañeros más, construimos las instalaciones del Campamento de NavasfrÃas, que ofrecimos a la parroquia de San Andrés, entonces regida por Don MatÃas Castaño. Lo mismo hicimos después con el Campamento de DescargamarÃa y con la primera y única promoción de Magisterio que se hizo en el Colegio de Teresianas de Ciudad Rodrigo.
En el invierno vendÃamos loterÃa de Navidad, con recargo, y con lo recaudado Ãbamos comprando los artilugios necesarios para el mejor funcionamiento de nuestro querido Campamento.
Cuando me he enterado de la triste noticia, hace que surja todo un pasado de recuerdos, con la melancolÃa natural de las cosas que se fueron, pues es ley del espÃritu que los pasajes del recuerdo están iluminados con luces crepusculares. Sobre todo, para los que hemos entrado en el otoño de la vida, esa etapa en la que el recuerdo ilumina con su apacible luz interior los más amables secretos de nuestra memoria. Por el recuerdo respiramos, como a través de un aire mágico, el perfume de nuestras antiguas rosas. Es esa etapa del Otoño, digo, en la que la ilusión existe todavÃa, pero naturalmente la sonrisa va siendo cada vez más discreta y con el tiempo va adquiriendo una cierta dulce gravedad.
Como esto de evocar el pasado nos lleva a un sentimentalismo, tan distinto y tan distante de los verdaderos sentimientos, lo único que se me ocurre, es que tú desde el Cielo y yo desde aquÃ, brindemos por el triunfo de esas hermosas ideas que predicabas; no de una religión basada en dogmas efÃmeros o en ritos más o menos amanerados, sino por el triunfo de esa religión que tú siempre abanderaste, y que no puede ser otra que la se basa en la solidaridad y el amor entre los hombres.
Yo desde aquÃ, con el acento resignado de mi dolor contenido te digo:
Yo te llevaba dentro, te tenÃa
Sobre mi corazón como un emblema.
Cojo el recuerdo aquÃ, por donde quema,
por donde la esperanza más se enfrÃa.
Estoy más sosegado cada dÃa
también más alterado con mi tema,
ello me da la luz como un sistema,
apagado que alumbra todavÃa.
Se me ha quedado huérfana la mano,
por la mitad el vaso de mi vino,
sin lluvia mi terreno de secano.
Dan ganas de dejar todo por irse
a buscaros. Conozco ya el camino;
se va por el atajo de olvidarse.
   JAVIER: Descansa en paz
2 Comentarios
Sr. Dúran, sublime su panegÃrico.
Hermoso soneto, y no lo es menos el artÃculo