
Y de repente nos obligaron a vivir separados. Como el virus era respiratorio nos indicaron/ordenaron mantenernos a metro y medio unos de otros, para evitar el contagio. Y dando las gracias, pues al principio se hablaba de dos metros…
Es algo raro encontrarnos con alguien conocido y mantenernos separados. Si uno cruza sin querer ese muro invisible de distancia, el otro, de manera inconsciente y mecánica, se aleja un poco para conseguir ese “alejamiento de seguridad”. Después de casi un año en estas condiciones, lo hacemos de manera automática, pero sigue siendo una situación extraña.
La primera consecuencia ha sido el cambio de saludo. En nuestra sociedad mediterránea, tan amigos del contacto físico, no sabemos cómo saludarnos. Se acabó el abrazo, el par de besos, las caricias y la sensación de cercanía. Al principio se quiso instaurar el saludo con unos extraños movimientos de pies y piernas, que pronto se desechó, por lo absurdo e impersonal; después, algunos hacían una simple inclinación de cabeza; no se generalizó, como tampoco el oriental saludo de juntar las manos, con o sin bajada de la cabeza. Algunos, sobre todo jóvenes, se chocan el puño, como mayor transgresión al temible contacto piel con piel. Tras varios experimentos, ha quedado instaurado el “saludo del codazo”, mediante el choque, con una extraña rotación del cuerpo, hasta conseguir el contacto con el antebrazo o con el propio codo. A mí, personalmente, no me gusta, pero es lo que se ha generalizado.
Hace mucho se descubrió un tipo de fobia llamada hafefobia, que consiste en un miedo irracional a tocar o ser tocado; genera un síndrome de ansiedad en la persona que lo padece y tiene gran impacto negativo en las relaciones sociales; en esta época, parece que ha aumentado su frecuencia o se ha intensificado en quienes ya lo padecían.
Y, por supuesto, siempre con la mascarilla. Además de no poder tener contacto físico, no nos vemos las caras. Nos miramos a los ojos, pero hemos perdido la expresión facial. Es otra situación extraña, pues se pierde mucha comunicación, la famosa “no verbal”. Incluso se dan muchos casos de saludar –e incluso pararse a hablar- con alguien al que no sabemos quién es realmente; tras cruzar algunas palabras, parece incómodo decirle: “en realidad, no sé quién eres…”
Una vez más, hay que pedir paciencia y serenidad; ya sabemos que todo pasa y esta pandemia también lo hará (tardará más o menos en función de nuestro comportamiento). Llegará pronto el tiempo de romper “el muro invisible del metro y medio” y volverán los abrazos y el ansiado contacto físico.
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