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Estos días pasados, han sido de tranquilidad, orden y de silencio callejero, cosa casi increíble en Ciudad Rodrigo en tiempos de Carnaval, nadie se pudo imaginar nada de esto, puesto que de siempre nada impidió su sonora celebración. Recuérdese aquella elección entre el arreglo de las casas abatidas por la riada o toros, nadie dudó en esta segunda opción.

Bien, pues esta vez se truncaron, pero en cierta manera de puertas afuera, porque por dentro, en las casas, y a través de la televisión me da que no, la elecciones en Cataluña que comenzaban con un llamamiento a un mitin pretendidamente multitudinario y que terminaron con trajes de COVID. La justicia, diciendo que Cifuentes es poco menos que una desvalida, a la que le ha llovido del cielo un máster sin saber cómo ni cuando ni por qué, eso sí, llevándose por delante a dos actores secundarios. Casado, en ese viaje interminable al centro PP, saliendo de Génova, y diciendo más o menos que ni conoce, ni se juntó, con los que allí habitaron, como si saliera un hijo de la casa de los padres negando haberse criado en ella, y diciendo que desconocía a estos y lo que hacían. En tanto, anda Villarejo lanzando más documentos por minuto que agua el pantano de Irueña, y Bárcenas soltando amenazadoramente su lengua camaleónica.

Aquí, con los horarios de cierre, han sustituido a San Sebastián con el “ya me lo suben, ya me lo bajan”, cuestión que ha hecho que alguien se nombrara por WhatsApp portavoz de la hostelería local para pedir la dimisión de Mañueco y de Igea, al tiempo de alzar directamente al cargo a nuestro alcalde, todo con la misma naturalidad como si se cambiara de taxista.

Y todo esto en días de Carnavales pero sin Carnaval. ¿O, sí?, y es que a lo mejor estos han sido sustituidos por todo este otro Carnaval.

Mientras, en medio de todo esto, VOX creciendo.